lunes, 30 de abril de 2007

Apuntes en un papel

Fotografía extraída de la web de El Diario de Sevilla


Me había estado fijando en todos los detalles posibles que iba observando en mis incursiones al Real. Cuando llegaba a casa los apuntaba en un papel para después analizar lo que había visto y reflexionar sobre el cambio que había sufrido la Feria de un año para otro. Ayer, cuando miraba ese trozo de hoja, me di cuenta que tenía bastantes puntos anotados, y pensé en crear una entrada para mi blog. El problema iba a ser el orden a seguir o cómo enfocaría esos detalles para ser contados o narrados de forma coherente, y al no encontrar respuesta a esta cuestión, decidí plantear esos pormenores en el mismo orden que tenía en el papel. Un “desorden ordenado”.

Lo primero que aparecía era la preocupación de la gente por el tiempo, ¿el paso del tiempo?, no, eso solo ocurría el sábado de Feria, cuando el final estaba cerca y las ansias de disfrutar al máximo, se filtraban por los poros de los pocos sevillanos que quedaban en el Real para despedir una semana de fiesta. Me refería al tiempo meteorológico. Al igual que en Semana Santa, aunque salvaguardando las tremendas distancias, la lluvia amenazaba con aparecer por la Feria, y aquellos que tanto tiempo han dedicado en prepararla, sopesaban la posibilidad de una visita inesperada del líquido elemento que desluciría el cuadro. La preocupación crecía cuando el tiempo era escrutado en las cadenas de televisión, donde los meteorólogos predicaban una semana lluviosa a partir del miércoles. Pero una vez más, volvieron a fallar, demostrando que la interpretación de las isobaras, los anticiclones, las altas y las bajas presiones, son tan complicadas como las cartas del tarot. Un día le dedicaré a este tema una entrada propia. Pese a ello, la lluvia volvió a Sevilla para visitar la Feria, como viene haciendo los últimos años, al igual que en Semana Santa. Cuán ricas son nuestras celebraciones, que hasta del Cielo bajan a contemplarlas.
Se animaba la cosa y la Feria comenzaba. En los diferentes informativos se hacían eco del comienzo de esa fiesta semanal que llega a Sevilla en el mes de abril, en ocasiones lo hacían de manera acertada, pero en otras, palabras desafortunadas aparecían en el vocabulario de los presentadores, destacando dos que apunté en mi trozo de papel: “disfrazarse” y “faralaes”.
Si buscamos en el diccionario la palabra faralaes, no la encontraremos. Sin embargo, sí aparecerá “faralá”, con el siguiente significado:
m. Volante suelto por la parte inferior, que adorna los vestidos femeninos.
2 fam. Adorno excesivo y de mal gusto. Pl. faralaes.

No creo que nuestros trajes de flamenca o de gitana tengan nada que ver con volantes sueltos o con adornos excesivos (si acaso resaltaría algún que otro traje recargado y Barroco que se ha quedado obsoleto, pero nada más), tampoco creo que sea de mal gusto, así pues, parece que los informativos no se informan lo suficiente, y un año más, siguen llamando faralaes a nuestros trajes de gitana o de flamenca. Y por cierto, la gente en Sevilla, ‘se viste’ no ‘se disfraza’.
La siguiente nota que aparece en mi lista de detalles hace referencia a la guasa sevillana, a esa que tiene tanto que ver con el fútbol y los colores que exornan nuestra Feria de Abril, el verde y el rojo. Se empezaba a levantar una pequeña nube de polvo, como las que aparecen cuando el albero está poco asentado, con el tema del pin y el llavero con el escudo del Sevilla F.C. en la portada, que este año estaba dedicada a uno de los balcones de la Giralda y no al Real Betis. Ondeaba la bandera del Centenario verdiblanco cuando se retiraban los dos objetos que imitaban el gesto de hace dos años en la portada, esta vez sí, dedicada al Sevilla. La directiva del Real Betis salía al paso de lo ocurrido y no le daba importancia, quitando hierro al asunto y decidiendo no denunciar a nadie, demostrando por fin, un comportamiento adulto, serio y responsable, que ya era hora.

El luto se apoderaba de mi hoja: fallece don José Antonio Garmendia Gil. Se iba el genio bioquímico con alma de historiador, ese sevillano incombustible que tanto amaba a su ciudad y que tanto nos dejó en sus magníficas obras literarias. En Feria, en abril, en primavera... en Sevilla.

Al día siguiente, abría el periódico y aparecía una noticia que era digna de resaltar y de estar en mi papel, que comenzaba a convertirse en una lista. A un hombre le había tocado un “pirulo” de la policía en una tómbola y decidió probarlo en las Tres Mil Viviendas. Muy bien chaval, una gran idea. Se ve que el tio no tenía emociones suficientes en la calle del Infierno y decidió colarse de lleno en él. Me lo imagino acelerando al máximo, con su pirulo puesto, el coche volando por las calles de las Tres Mil, que ya para ser cómico del todo, podría ser un R5, ‘patrullando’ a toda velocidad mientras los usuales de esa zona lo miran con recelo y empiezan a pensar si practicar, con el posible ‘policía secreta’, el tiro de los dardos al globo. Cuando se acercaba a la zona más oscura de Las Vegas, según la noticia, fue detenido por la policía (la de verdad) e interrogado sobre la adquisición de su preciada joya, indicando el infractor (o el loco) la tómbola donde le había tocado, para solventar el problema de raíz.
La otra joyita que tocaba en las tómbolas este año era un megáfono, que afortunadamente al señor de antes no le tocó, porque lo único que le hubiera hecho falta ya, era un pirulo y un megáfono, para convertirse en uno de los Hombres de Paco. Y así estaba la Feria, llena de niñatos y canis con megáfonos de un lado a otro. Lo del Perrito Piloto queda ya en el olvido.
Otro aspecto novedoso este año ha sido la sustitución, en algunos casos, de las flores de madera por las de peluche. Pocos son ya los que reparten claveles frescos, sustituidos por esas rosas de madera que rozan la oferta descarada con el rótulo “5 rosas por 1€”, a las que se le suma las antes mencionadas de peluche.
El detalle de los farolillos aparece tarde en mi lista, pero aparece, no fue hasta el final cuando se decidió reponer los farolillos verdiblancos que este año iban en honor del Centenario del Real Betis, y era curioso también observar, como la única zona exornada contemplaba sólo la caseta municipal... ¿escasez o escaqueo?.

Y por último, en ese manuscrito listado que había ido creando a lo largo de la semana de Feria, tenían un sitio especial los maridos y padres sacrificados con regalos de tómbola mayúsculos. “El 45..., el 23..., el 4...”, “¡¡Bingo!!”, “¡Han cantado bingo!, vamos a comprobar si es correcto, no tiren los cartones. El bingo es correcto, te damos un vale y eliges un regalo”. Aquí viene el quid de la cuestión: juego de 10 cuchillos extrafuertes, inoxidables, con mango adherente, y que cortan un tomate y una lata con la misma eficacia (lo pone en la caja), unos timbales o una yogurtera... porque con un bingo no se hace nada, los regalos son todos iguales de inútiles, pero aún así, se elige la yogurtera. Y allí estaba ese hombre que merecía entrar en mi lista, dirigiéndose hacia la lanzadera del Charco de la Pava cargado como uno de los Reyes Magos, rodeado por su mujer y sus hijos: cara desolada, aguantando una caja de gran tamaño para ser una yogurtera, tres peluches, dos de ellos grandes, con el rostro contorsionado por la resignación, un gesto facial que parece decir “a ver para qué queremos nosotros una yogurtera, con lo que se tarda en hacer un yogur con éste cacharro, y aparte le tienes que echar yogur comprado, cuando vas al Día o al Supersol y lo compras ya hecho, con sus tapas y su caducidad. Además, ¡si ya tenemos dos yogurteras en casa y no las usa!, ¿y los peluches...?, por favor, que tenemos las camas forradas de animales cosidos”.

Y final. Punto final. Se acabó la Feria. Fuegos artificiales para una semana cargada de caballos, manzanilla, tortillas, lunares, peinetas, churros, chocolate (la mayoría de las veces ambas cosas a la vez), bingos, megáfonos, sevillanas, farolillos (solo al final y escasos), rebujito, jamón, albero, zotal, minimotos, luces, eneas, toldos, personajillos, bombillas, verde, blanco, pulseras, yogurteras, peluches, volantes y fiesta. Y ahora voy a echar un trago de agua, tan necesario para el gaznate, atiborrado con una cuarta de albero... ¿os apetece un poco de agua?, ¿cómo habéis pasado la Feria vosotros?, ¿lo habéis pasado bien o mal?, ¿visteis al hombre de la yogurtera?... Sevilla despide su temporada alta y nos anuncia la llegada del calor, tomaos un trago de agua fresca para saciaros la sed.

domingo, 22 de abril de 2007

Don Francisco


Erase un hombre a una nariz pegado;
érase una nariz superlativa;
érase una nariz sayón y escriba;
érase un pez espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado;
érase una alquitara pensativa;
érase un elefante boca arriba;
era Ovidio Nasón más naridado.
Erase el espolón de una galera;
érase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.
Erase un naricismo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.


-A una nariz-


De este modo, don Francisco atacaba a Luis de Góngora de una manera sutil y descarada, como llevaba haciendo con asiduidad, la gran mayoría de las veces, bajo el anonimato de una máscara que difícilmente podía ocultar ante sus arrebatos de sinceridad. Le acusaba de ser judío, detalle que achacaba a su nariz (ya que a los judíos se les consideraba narigudos), jugador empedernido, practicante de la homosexualidad y una persona cargada de malicia, indecente e instigador de la escritura sucia. Y es que de don Francisco, se dice que tenía un carácter fuerte, que gustaba de visitar tabernas, disfrutar de los placeres del vino, la encuadernada y las mujeres, aderezado todo ello con dosis de valentía y con una gran habilidad de cara al enfrentamiento con espada, instrumento que manipulaba con gran destreza, a pesar de su cojera, la misma que le ha delatado en Villanueva de los Infantes, donde “un equipo de expertos confirmó que los huesos hallados eran del escritor por anomalía en el fémur derecho” (Diario de Sevilla - Martes, 17 de abril de 2007). Como explica la noticia, “sus restos se encontraban entre otros 167, como mínimo, en la parroquia de San Andrés Apóstol, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real)”; “la identificación se completó porque la talla y la edad correspondían con las de Quevedo, por lo que, aunque no pudo asegurar al cien por cien que correspondían a él, ‘porque ningún método lo puede hacer’, dijo que los huesos son del literato”. Así pues, parece que se despejan las dudas que existían alrededor de su tumba, sobre un posible saqueo y violación de la sepultura del genial escritor. Según la noticia “se han podido recuperar diez piezas del esqueleto, algunas vértebras, los dos fémures y una clavícula; del cráneo, según apuntó (José Antonio Sánchez, director del equipo de la Universidad de la Complutense de Madrid) ‘no se sabe nada’, ya que es una de las partes más frágiles y de las que antes se deterioran”. El 8 de septiembre de 1645, don Francisco de Quevedo y Villegas fallecía y era enterrado en Villanueva de los Infantes, deseo que dejó escrito en su testamento, pero su poesía y genialidad seguiría creciendo a lo largo del tiempo, cargada de popularidad (Poderoso caballero es don Dinero), hazañas y leyendas (...diéronle muerte y cárcel las Españas...), letrillas satíricas (¿Nunca se ha de decir lo que se siente?) o simplemente exquisita poesía...

Con sosiego agradable
se dejan poseer de ti las flores,
mudos están los males,
no hay cuidado que hable,
faltan lenguas y voz a los dolores,
y en todos los mortales
yace la vida envuelta en alto olvido.
Tan solo mi gemido
pierde el respeto a tu silencio santo,
yo tu quietud molesto con mi llanto,
y te desacredito
el nombre de callado, con mi grito.

-Fragmento de El sueño-

lunes, 16 de abril de 2007

El nuevo (¿?) transporte

Nuestro querido Consistorio nos propone un proyecto de 'modernización' que empape la ciudad de elementos y detalles acordes con las grandes ciudades europeas, a las que pretende emular. Se fijó en Madrid y Barcelona. De la primera ciudad tomó como referencia la gran cantidad de obras que posee, para así estar a la altura de la capital de España. De la segunda escogió algo más sutil para el paladar: la duración de la Sagrada Familia de Barcelona, la cual lleva en construcción desde 1883, una gran y avariciosa obra que, tras la muerte de Antonio Gaudí en 1926, aún sigue inconclusa, al igual que nuestra Línea 1 de Metro.
Pero ahí no queda la cosa. Nuestro Ayuntamiento, de nuevo atraído por el poder de 'lo moderno', decidió llevar a cabo un proyecto ambicioso y vanguardista: un complejo vehículo que circula sobre raíles en el interior de la ciudad y que se usa principalmente para transportar viajeros. Lo que se viene llamando un tranvía vamos. La idea partió de nuestro querido alcalde, el señor Alfredo Sánchez Monteseirín, autor de frases tan populares como: "Habrá gente a la que yo no le guste, pero a todo el mundo le gustan las obras", o la inolvidable "Qué sería de nosotros los astronautas si no nos dijeran los astrólogos o los astrónomos cómo son las cosas, qué es lo que nos podemos encontrar en el más allá, qué podemos hacer o qué podríamos desarrollar nosotros". Filosofía pura. Surrealista, pero pura.

Telecinco decidió cambiar el nombre del programa cultural "Salsa Rosa" por "Sábado Dolce Vita", aunque el formato y el contenido seguían siendo el mismo, y el señor Monteseirín decidió cambiar el nombre de "tranvía" por el de "metro-centro", para que la forma y el contenido fueran pragmatismo de la tan ansiada vanguardia.

La peatonalización de la Avenida de la Constitución es un completo acierto. Nuestra Catedral, joya indiscutible del Gótico, sufría cada vez más las inclemencias de la contaminación, y pedía a gritos el corte del tráfico por la fachada principal. Sin embargo, no creo que la inclusión en el proyecto de un tranvía sea necesaria. Si tenemos en cuenta el recorrido que realiza (desde la Plaza Nueva hasta la estación de autobuses de El Prado), nos encontramos con la escasa distancia que cubre, la cual nos demuestra su ineficacia. Si a ello le sumamos la gran cantidad de dinero que se está dedicando a este proyecto, sufragado por todos los contribuyentes, en unos tiempos donde la deuda de nuestro Consistorio roza lo histórico, deja como resultado un aire poco atractivo para el nuevo(¿?) transporte. Tan atractivo como las catenarias que exornan la Avenida y San Fernando.



¿Qué opináis del Metro-centro?, ¿qué aporta a Sevilla?, ¿lo verá concluido el señor Monteseirín como alcalde de nuestra ciudad?, ¿nos obsequiará de nuevo con alguna frase profunda?, ¿os gustan las catenarias?, ¿tenéis sed?, saciadla pues, en este humilde rincón de Internet.

Imagen extraída y retocada del TBO de Mortadelo y Filemón titulado "Mortadelo y Filemón contra el Gang del Chicharrón" del genial Francisco Ibáñez.

lunes, 9 de abril de 2007

Tristeza necesaria



Se acababan de cerrar las puertas, con un golpe seco, como siempre, como todos los años. Un golpe que me recuerda siempre al final de una marcha, una marcha que siempre se hace corta. Yo la suelo identificar con el final de “Amarguras”. Se acabó. A esperar un nuevo año. Un año más. Me dispuse a acercarme a la puerta, a ese doble batiente donde se depositan las esperanzas de regresar pasados 365 días, para volver a ver como se pone un broche de oro a la Semana Grande de Sevilla. La turba me llevaba, me transportaba mientras mis pensamientos volaban a través del recuerdo, en pasitos cortos que me arrimaban al tacto de la melancolía de aquello que se va como si se escapara de las manos.

Tenía que hacer un post para mi blog. Era lo más lógico. Me puse a pensar sobre que escribiría, cómo me expresaría. Una cosa tenía clara, una crónica de esta Semana Santa de Sevilla de 2007 quedaría burda e insulsa comparada con los excelentes trabajos realizados por la prensa, acostumbrada a este delicado y metódico tratamiento informativo sobre nuestra Semana Mayor, los cuales, además, poseen un amplísimo álbum fotográfico y los meticulosos detalles de cada jornada y cada Hermandad. No. No iba a hacer una crónica de algo que cada uno de nosotros siente y se emociona de manera distinta.
Abandoné la idea pensando en el tema sobre el que iba a escribir, pero los pensamientos se desviaban, la memoria buscaba amparo en esos rincones que se desvanecían como un sueño anclado en lo más profundo de una noche de invierno. ¡Todo había acabado tan rápido!. La bulla avanzaba hacia la puerta, y absorto en los recuerdos, me llevaba ensimismado.
“Virgen del Valle”, alejándose en Doña María Coronel. Ésa era la última marcha que había escuchado, para el palio de María Santísima de la Soledad de la Hermandad de los Servitas, que se arriesgó cuando parecía que la lluvia estropearía completamente el Sábado Santo. Que Semana Santa más rara. De eso podría escribir, de la rareza como nota predominante este año, del nerviosismo, de las ansias, del llanto, de las lágrimas.
“Virgen del Valle” seguía sonando, como un eco que se resistía a abandonar mi mente, mis recuerdos, mi memoria, haciendo jirones mi corazón que arrastraban trozos de tristeza y melancolía.
La lluvia había hecho, una jornada más, que solo dos Hermandades se arriesgaran a salir a las calles de Sevilla, retando al cielo encapotado, al abrigo de la gente que salía a despedir su Semana Grande. La Trinidad se quedó en su templo, igual que El Santo Entierro. Este año, más que nunca, la Soledad de San Lorenzo cerraría la Semana Santa. Domingo de Ramos esplendoroso, Lunes Santo de tensiones resueltas en finales felices y Martes Santo de lágrimas. Lloraba el cielo, lloraba Sevilla, lloraba El Cerro, la Palomita de Triana, y mi hermana con ella, Las Almas de Todo Lo Santo del Omnium Sanctorum. La lluvia, la maldita lluvia, la misma a la que desafió San Esteban, la misma a la que dejó morir en la Universidad al Cristo de la Buena Muerte, la misma que empapó a la Candelaria, la misma que, como Judas traidor, abofeteó a Nuestro Padre Jesús ante Anás, lluvia que no escuchó las Misericordias del Cristo que se resguardó en el Postigo.
Cómo empujaba la gente. Todos querían tocar la puerta. Se abalanzaban con la esperanza de volver el año que viene. Y mientras, mis recuerdos me traían momentos dulces, de jornada de Miércoles Santo, ¡qué ganas de cofradías había en Sevilla!, los dolores del día anterior se hicieron gozo para ver cómo el barrio de la Feria se echaba a la calle para ir con sus Negaciones de San Pedro a la Catedral, con el izquierdo por delante, uno de los grandes estrenos de este 2007.
En mi mente se iba perfilando lo que quería expresar en mi blog, esas rarezas que hicieron de un Jueves Santo tristeza y recogimiento. Resortes que saltaban en mi cabeza buscando el estado de ánimo que albergarían amigos que se quedaban en sus templos, que tenían que esperar un año más. Voz entrecortada para anunciar que Sevilla se iba a perder este año a la Virgen de la Victoria, pena y rabia, me acordaba de mi amigo Pregonero. La lluvia amenazaba con desmontar el Jueves Santo y parte de la Madrugá. Desde Los Terceros La Exaltación se queda este año sin recorrer las calles de nuestra ciudad, a la mente me vienen nuevos amigos, mi querida Dama de Sevillano nombre y Finidiblanco, que no podrán ver como el barco de Santa Catalina derrocha señorío. Llora la Virgen de las Lágrimas, lágrimas que caen del cielo, lágrimas que se le caen a los hermanos. Igual que llora la Virgen del Rosario al ver a Su Hijo suplicarle al cielo de Sevilla para que no llueva más, al ver cómo sus hermanos se arremolinan a su alrededor. Y entre ellos, mi querido amigo Calleferia.
Cuando parecía que todo se volatilizaba, que La Pasión no surcaría Sevilla, acudieron a las calles dos colores, el morado de La Quinta Angustia y el verde de los ojos de la Virgen del Valle, para traernos esperanza en una Madrugá que ya veíamos perdida.
Fría. Muy fría, pero espléndida. Como el azahar que volvía a embriagar Sevilla, Maria Santísima de la Concepción volvía a seguir a Su Hijo camino de la Catedral, en San Gil ya se escuchaban gritos que anunciaban la llegada de la alegría macarena, y en Triana se escuchaba llorar, porque la Esperanza abandonaba el puente para pasearse por Sevilla, mientras en la Verónica, la Saeta hace llover de nuevo, pero esta vez son lágrimas de amor, porque Nuestro Padre Jesús de la Salud camina con la cruz al hombro para entrar en La Campana cuando el alba despunte, cuando el sol, ése al que llaman Lorenzo, se asome por el cielo de Sevilla para comprobar que un año más, ha vuelto a perderse a Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, que este año salía a las calles de nuestra ciudad para volverlas a cruzar con Su amplia zancada, demostrándole al mundo que sigue siendo El que Todo Lo Puede.
¡Otro empujón!, parecía que no iba a llegar nunca a la puerta, la gente se agolpaba con ansia, e intentaba zafarse para palpar aunque fuera con la yema de los dedos la esperanza de volver, y para ello, los empujones formaban parte de la ceremonia. ¡Que poco quedó después!, Viernes Santo a medias, con la lluvia dejando que el Cachorro expirase en Triana, entre toldos de un recorrido inédito, con La O llorando por dentro y por fuera, y pensando en mi amigo Jordi. Viernes Santo con Sagrada Mortaja de madrugada ante un frío como no se recuerda en lustros, como tampoco nos acordábamos del muñidor, de Carretería, de San Isidoro, de Montserrat...

Y allí estaba. Sábado Santo. Por fin había llegado a la puerta de la parroquia de San Lorenzo. Un año más, pero éste, muy distinto. Y extraño. Aunque me recorría una tristeza y melancolía que envolvía las imágenes de esa semana en un filtro de color sepia. De fondo, una vez más, resonaba en mi cabeza “Virgen del Valle”, y todo se disolvía como un sueño, como una nube de incienso que sube al cielo. Todo se había consumado rápidamente.
Siempre me pasa igual. Me sabe a poco. La tristeza me invade por dentro, pero es una tristeza necesaria, para mantenernos con ganas un año más, para saber esperar un año más, para disfrutar de lo que ha pasado y para que, pasado un año, podamos volver a tocar esa puerta de la esperanza y volver el año que viene.
Ya sabía de lo que iba a escribir.

Toque la puerta con la palma de mis manos y pensé “hasta el año que viene, si Dios Quiere”.