martes, 18 de septiembre de 2007

Prometeo visto por Pedro Pablo

Posiblemente fuera a partir del 9 de mayo del 1600, fecha en la que partió hacia Italia para ampliar su formación artística, haciendo su primera parada en Venecia, donde permanecería casi nueve años trabajando para Vincenzo Gonzaga, pero sin dejar de viajar por el país transalpino.
La influencia de la mitología griega había sido muy profunda en la civilización romana, la cual adquirió y adaptó gran parte de los dioses del Olimpo heleno para su riqueza cultural y artística, y este detalle era algo que se había hecho patente desde siempre en Italia, que no había perdido su relación con esa religión politeísta que dominó la creencia de los romanos. Pese a ser promotora del cristianismo y abanderarlo en su capital, la inmortal Roma de los papas, nunca se le hizo ascos a la mitología, y siempre se tuvo en cuenta como cuerno de abundancia para las creaciones artísticas y los temas profanos, como algunos miembros de la iglesia demostraron en más de una ocasión. Quizás por ello y por la posibilidad artística que ofrecía, la mitología no dejaba de ser una temática usual en los encargos de los pintores que vivían en estos años en los que el Barroco se extendía a pasos agigantados por el viejo continente.


Pedro Pablo Rubens se dejó persuadir por el encanto de esas historias milenarias que recorrían las voces legendarias y los relieves clásicos, aquellos mitos que decoraban edificios romanos y que dieron pie a maravillosas esculturas. Se dejó atrapar por las hazañas y aventuras y por los castigos de los malvados dioses griegos.
Y así fue como se decidió a crear a Prometeo, hijo de un titán, como lo había sido Zeus, y cuya historia le fascinó, prueba de ello fue que realizó dos obras con este personaje como protagonista.
Según nos cuenta la mitología, Prometeo fue quien creó los primeros hombres, modelándolos con arcilla, aunque este detalle no aparece en La Teogonía de Hesíodo, donde simplemente es el bienhechor de los hombres. De una manera u otra, entró en la historia de los mitos como protector y amante de éstos, engañando a Zeus como prueba de este detalle. En Mecone, durante un sacrificio solemne, había hecho dos partes de un buey, y conocedor de la avaricia y ansia de los dioses, en un lado puso la carne y las entrañas, recubriéndolas con el vientre del animal, y en otro puso los huesos pelados, aunque cubriéndolos con grasa blanca. Posteriormente le dio a elegir entre los dos montones a Zeus, quedando el rechazado para los hombres. El padre de los dioses, movido por el engaño de la apetitosa grasa blanca, eligió el montón relleno de huesos. Al ser consciente del engaño que había sufrido y la tremenda astucia de Prometeo, sintió una fuerte aversión y odio hacia el titán y los hombres, favorecidos por la inteligencia de su creador y protector.

Como venganza, Zeus les castigó decidiendo no volverles a enviar el fuego, sin embargo, Prometeo volvió a socorrer a los hombres y, robó “semillas” de fuego en la ‘rueda del Sol’, según unas fuentes, o lo sustrajo de la fragua de Hefesto, según otras. Así pues, Rubens representa a Prometeo en ese momento de robar el fuego, con una antorcha en la mano que simboliza el hurto del bienhechor de los hombres, el cual gira la cabeza hacia atrás esperando la venganza del Dios del Trueno, que parece haberse enterado de lo ocurrido y prepara el cielo oscureciéndolo para descargar su furia contra el entrometido y astuto titán.


El flamenco enmarca la obra en un halo de voluptuosidad y crea una atmósfera que envuelve al espectador en un baile de formas sinuosas y contornos vibrantes. Con una pincelada intrépida y rápida marca las pautas de la figura, que se balancea en un equilibrio armónico.

Pero Zeus montó en cólera y no dejó pasar la oportunidad de castigar a los mortales y Prometeo. Contra los primeros ideó enviar a Pandora, la cual encargó a Hefesto, que la modeló a imagen y semejanza de las diosas inmortales, y contra el segundo maquinó uno de los castigos más horrorosos que se conocen de la mitología griega. Ávido de venganza y dispuesto a demostrar las consecuencias de burlarse del padre de los dioses, Zeus encadenó a Prometeo con cadenas de acero en el Cáucaso, enviando un águila, nacida de la unión de Equidna y Tifón, que le devoraba el hígado, el cual se regeneraba constantemente, padeciendo una de las torturas más terribles y dolorosas de la leyenda griega. Para asegurarse de que padecería hasta el final de los tiempos dicho castigo, Zeus juró por Éstige que jamás desataría a Prometeo de la roca.


Este mito tuvo que impactar muchísimo a Rubens, que decidió plasmarlo en un lienzo hacia 1611-1612, en el que aparece el águila devorando el hígado del titán ante los gestos de desesperación y dolor de éste. La composición es magnífica y deja entrever la influencia que Venecia imprimió en Pedro Pablo Rubens, creando un estilo de amalgama entre lo flamenco e italiano, con líneas sinuosas que derrochan exhuberancia y virtuosismo, dentro de un movimiento contenido, como demuestra la figura de Prometeo, que se retuerce ante los espasmos de dolor y el sufrimiento, tensando los músculos ante la inmovilidad que le ofrecen las cadenas de acero, que lo dejan a merced del despiadado águila, el cual lo retiene con sus garras, dejando a la vista el dinamismo del cuerpo, tratado con una luz que destaca Rubens entre la penumbra que ocupa el lugar donde está encadenado, tan solo quebrada por el manto blanco que se deja caer a la izquierda, que se relaciona con el mechón del mismo color que exorna la cabeza del animal. Se crea así una línea diagonal que cruza el cuadro, otorgando de equilibrio a toda la composición.

Cuando el titán comprendió que su destino consistía en padecer una agonía eterna, Heracles (Hércules en la mitología romana), pasó por la región del Cáucaso, de camino a una de sus aventuras, y atravesó de un certero flechazo el águila que atormentaba a Prometeo, liberándole de su sufrimiento y de las cadenas que lo ataban a la roca. Ante esta proeza de Heracles, Zeus no protestó, ya que se sentía satisfecho por ese gesto que aumentaba la gloria de su hijo, mas para que su juramento no fuese en vano, ordenó al bienhechor de los hombres que llevase un anillo fabricado con el acero de sus cadenas y un trozo de la roca a la que había estado encadenado y condenado, de este modo, una atadura de acero seguiría uniendo al titán con su peña hasta la eternidad.

¿Seguirá unido Prometeo al trozo de roca?, ¿qué fue lo que más le fascinó a Rubens?, ¿se merece alguien semejante castigo?, ¿y a vuesas mercedes, qué es lo que más os ha sorpendido?, ¿conocíais este mito?...cuando don Diego conoció a Pedro Pablo, yo ya había sido inmortalizado repartiendo agua, así pues, saciad vuestra sed con estas viejas cántaras de antaño...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

ufffffff cada vez son mas largos eh...,a mi la verdad que me gusta la pintura de rubens,con esas siluetas y esas tonalidades.
Espero que hagas pronto un articulo sobre jan van eyck que sabes que me encanta ese pintor.
un saludo a todos

M. Andréu dijo...

Este comentario no tiene nada que ver con el tema, sólo es para agradecerte tu participación en mi blog, en el post "Tribulaciones".

Gracias amigo.

Anónimo dijo...

Unir a Rubens con el Titán Prometeo...
Querido amigo , que ganas tenía de volver a leerte...

el aguaó dijo...

No te preocupes Capitán, ya estoy gestando una idea para Van Eyck.

Querido Miguel, gracias a ti. Siempre.

Amiga Glauca, no te puedes hacer una idea de lo que necesito esas palabras. Muchísimas gracias. Un fuerte beso.

Un abrazo a todos.

David dijo...

Conocía el mito. Los dioses siempre fueron especialmente crueles en sus castigos ( Sísifo y Tántalo,sobretodo éste último, son buen ejemplo de ello ).

De Rubens, que más decir que no hayas dicho ya. Cada vez que veo las Tres Gracias me quedo embelsado.

Magnífico post. ¡¡ Enhorabuena !!

Reyes dijo...

Eso si que es mirar un cuadro sin verlo.
Gracias amigo.

David dijo...

En correspondencia yo también te he agragado a mi lista de webs preferidas........

el aguaó dijo...

Gracias a ti amiga Dama.

Es un auténtico honor amigo Beticus.

Gracias a todos. Un fuerte abrazo.