viernes, 30 de mayo de 2008

Amelie


“Amelie no es una chica como las demás. Ha visto a su pez de colores deslizarse hacia las alcantarillas municipales, a su madre morir en la plaza de Notre Dame y a su padre dedicar todo su afecto a un gnomo de jardín. La vida de Amelie es sencilla: camarera en un café parisino, le gusta tirar piedras al Sena, observar a la gente y dejar volar su imaginación. De repente, a sus veintidós años, Amelie descubre su objetivo en la vida: arreglar la vida de los demás. Inventa toda clase de estrategias para intervenir, sin que se den cuenta, en la existencia de varias personas de su entorno, cada cual más atípica. Pero su misión puede hacer peligrar la búsqueda de su propia felicidad...”

Esta es la sinopsis que posee el DVD de la película de Amelie, cuyo título original es “Le fabuleux destin d'Amélie Poulain”, o “El fabuloso destino de Amelie Poulain”, una película que se cruzó en mi vida hace ya varios años, y que desde entonces me conquistó.

Recuerdo que caminábamos por el centro. Nuestro destino era tomar algo, aunque antes había que hacer algunas compras. Nos dirigíamos al lugar indicado cuando mi amiga Lara cortó el silencio comentando que había visto una película:
- Ayer vi Amelie – dijo sonriendo, con la dulzura que tanto la caracteriza – ¿la habéis visto?
- ¿Te ha gustado? – respondió con una pregunta mi amigo JuliEs muy buena, ¿a que sí?
- Es muy bonita. Es preciosa. Y como hace las cosas... – mi amiga Lara se frenó viendo que yo permanecía callado escuchando los comentarios sobre la película – ¿la has visto?
- No – negué intrigado por aquella fabulosa historia que había despertado tanto interés y pasión por mis dos amigos.
- Pues tienes que verla, porque a ti te va a gustar – me dijo Lara.
- Te va a gustar mucho – apostilló Juli.

Y mis amigos acertaron. No podía ser de otra manera, pues me conocen muy bien. Y ese mismo fin de semana, rebusqué entre las películas piratas que teníamos en casa. Recordaba haberla visto en algún lugar. Y allí estaba. En un CD y escrito a mano ponía “Amelie VCD”. Saqué el disco y lo puse en el reproductor. Me gusta disfrutar con las películas, así pues, si tenía mala calidad de imagen o sonido me plantearía bajármela o pedírsela a mis amigos, pero resultó que no. La imagen era excelente y el sonido muy bueno. Así pues, una tarde de sábado que estaba solo en casa, me dispuse a ver aquella obra que pintaban como maravillosa. No había escuchado nada sobre su argumento o sobre su sinopsis. Mis amigos se negaron en redondo y me recomendaron que la viera. Sin más. Sencillamente que me perdiera en el desarrollo de su historia. Y así fue. Amelie me enganchó desde su primer minuto hasta el final. Todo, absolutamente todo, me encantó de esta impresionante película. El guión, la dirección, la historia, el desarrollo de los acontecimientos, los personajes, su trasfondo, los actores, los detalles, su música, y ella, la genial Amelie. Con el tiempo, y tras guardar en un lugar privilegiado aquel CD pirata con archivo VCD, decidí comprármela original. Me hice con la banda sonora, la cual es extraordinaria, y leí las críticas que encontraba en Internet. Pronto me fui dando cuenta que se encontraba entre mis películas favoritas y que recomiendo fervientemente.


“Un prodigio de inventiva, una absoluta delicia, un regalo para los ojos”, esta es la crítica de Sergi Sánchez, de Fotogramas. “Mágica, risueña, entrañable, brillante, traviesa, positiva, arrolladora, divertida, optimista, tierna, sensible, espontánea, inteligente, sencilla, compleja, original, diferente, onírica, musical, bella, golosa, limpia, apetitosa, graciosa, coherente, bohemia, esperpéntica, visual, completa, colorista, amena, prodigiosa, instructiva, fuerte, pragmática, idealista, envidiable, atractiva, sutil, extraordinaria, artística, elegante, carismática, metafórica, majestuosa, profunda, atrevida, alegre, tierna, interesante, demencial, reflexiva, infantil, madura, minimalista, grandiosa, bestial, virtuosa, innovadora, sincera, detallista, gratificante, ingeniosa, versátil, inigualable, imprevisible, vitalista, mística, frenética, enigmática, perspicaz, veloz, pausada, radical, moderna, lúcida, clásica, novedosa, moralista, antológica, transgresora, agradable, excelente, maravillosa, rara, auténtica, sensacional, imprescindible, perfecta, inmortal, impecable, única e irrepetible”, y así es como la define un espectador (ChuckyGoo) en FilmAffinity, página donde la puntúan con un ocho.



Título original: Le fabuleux destin d'Amélie Poulain
Director: Jean-Pierre Jeunet
Productor: Claudie Ossard
Guión: Jean-Pierre Jeunet, Guillaume Lorant
Fotografía: Bruno Delbonnel
Música: Yann Tiersen


Reparto:
Audrey TautouAmélie Poulain
Mathieu KassovitzNino Quincampoix
RufusRaphaël Poulain
Serge MerlinRaymond Dufayel
Jamel DebbouzeLucien
Urbain CancelierCollignon
Dominique PinonJoseph
Claire MaurierSuzanne
Clotilde MolletGina
Isabelle NantyGeorgette
Artus De PenguernHipólito
Maurice BénichouBredoteau
Claude PerronEva
Michel RobinEl viejo Collignon
Andreè DamantLa vieja Collignon
Franckie Pain La quiosquera



- Es absolutamente genial – le dije a Lara – me ha encantado. Es impresionante.
- Te lo dije...

domingo, 25 de mayo de 2008

A las nueve y cuarto en el Vizcaíno

Camino de vuelta. Olía muy fuerte. Quizás aquella gata con nombre de ciudad eterna llevaba razón y mi coche perdía gasolina. En la radio sonaba Back Chat. Ya no era madrugada. No despuntaba el alba aún, pero le faltaba poco. Volvía solo hacia mi casa mientras recordaba cómo había comenzado todo aquello. Se había materializado en un correo que había leído aquella misma tarde. Una reunión. Esa misma noche. Sonreí mientras cogía la rotonda. Freddie gritaba blow y dejaba paso al punteo de Brian.


A las nueve, nueve y cuarto o en fin… cuando vayáis pudiendo, nos vemos en la ilustrísima taberna de Vizcaíno. Esta era la señal. El pistoletazo de salida. Me dirigí hacia la Plaza de los Carros al ritmo de Los Beatles. Adentrándome por la calle San Luis llegué hasta la Plaza de San Román, girando por Doña María Coronel para luego introducirme en Gerona. La primera en la frente. Justo delante mía aparca un afortunado. Continúo mi camino para coger la calle Feria. Primer paso por Vizcaíno. Valoro la doble fila en la Plaza, pero compruebo con desesperación que unos cuantos antes que yo ya han optado por dicha opción. Sigo recorriendo Feria. Llego a Becquer y giro hacia la Basílica de la Esperanza Macarena. Comienza mi segunda vuelta mientras Paul y John me recuerdan lo sucedido La Noche Anterior. Esta vez hay suerte. Un hueco junto al mercado de la Feria, siempre tan lleno de vida y ahora tan silencioso. Tan dormido. Lo contemplo mientras abro mi paraguas. Comenzaba a chispear.


Gracias a CalleFeria


Apagué el coche. Olía muchísimo a gasolina. Pese al peso de mis párpados, me agaché para ver si había alguna pérdida. Ni una gota. El silencio que me rodeaba se veía interrumpido a retales por un gorrión madrugador. Habrá ido a por calentitos, pensé mientras me incorporaba tras el breve análisis visual buscando perdidas petrolíferas. Al de los calentitos se le sumó otro. Miré al cielo. Oscuro aún, pero ya no era noche. Ni siquiera madrugada. No había nubes. Parecía mentira después de la tormenta que había surcado la ciudad. Recordaba que amenazaba cuando aparqué en la calle Feria. La lluvia en Sevilla es una pura maravilla, aquella maltrecha traducción de My Fair Lady se me venía a la cabeza. Una pura maravilla pero no era el momento de llover. Cerré el paraguas. Habían sido tan solo unas gotas. Un aguaó quejándose del agua. Parecía algo extraño, pero no lo era. Si había agua el aguaó no trabajaba. Le daba vueltas a esta ridícula tesitura cuando la Plaza de los Carros se abrió ante mí, y con ella, la gente que disfrutaba en el Vizcaíno. Entonces unos ojos azules se encontraron con los míos. Sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Recordé el blanco inmaculado que viene del Barrio León. Ese izquierdo por delante trianero. Ese sabor entremezclado de San Pablo. Ese sonido del Callejón del Agua. Al menos había encontrado a Ainoha. Pero no estaba sola. Tras ella apareció unos ojos verdes a los sones de un poeta canalla de Jaén, un caos teórico entre el azul y el crema, envuelta en una bandera tricolor, Corpus Christie en una boda, la organizadora del evento, aquella que nos recuerda el nombre de una ciudad eterna, mientras deambula con andar gatuno por los tejados de una ciudad mariana a la orilla del Guadalquivir. Toda una Teoría del Caos gatuna. Casi sin tiempo apareció junto a mí un penitente de Jesús Despojado. Un delantero centro conocido en Sevilla y Madrid. El señor Juez. Mi más sincera enhorabuena para el gran Cabezota sin remedio, pero de enorme corazón, que acababa de llegar para estrenar maza con nosotros. Dos más casi al unísono. Una Luz de Gas que brillaba con fuerza. El gran actor. Ahora no sangraba ni estaba perseguido por la mafia. Sonreía y llevaba una cerveza en la mano, mientras se presentaba y entraba a formar parte de la película que había comenzado a las 9 de la noche. También entraba en la lista de parientes del señor Juez. El mundo es un pañuelo... una vez más. Su acompañante era un personaje histórico. Se apellidaba Du Guesclin y su nombre era Bertrand, y aunque no vino a caballo, para desilusión de la Gata Roma, nos compensó y agradó regalándonos historias sobre nuestra ciudad y compartiendo sus Sevillanadas con nosotros. Y quien sabe... tal vez un viaje a Madrid. Además me demostró que Sevilla es más pequeña de lo que parece cuando me dijo que conocía a mi primo. Y cuando todos nos creíamos que la Reina María de las Mercedes estaba sobre un caballo junto a la Maestranza, Mer se presentó y nos trajo altamuces o chochos, que aquí no son altramuces, y asitunas, que tampoco son aceitunas, que estábamos en casa Vihcaíno y junto a Montensión. Así estábamos, recién llegados, fajados en menesteres cerveciles y de altamuces cuando un coche apareció bajando por la Plaza de los Carros. Varios reconocieron ese perfil, pero hasta que no lo vi de frente y con una leve inclinación a su izquierda, nuestra derecha, no supe que había visto y oído a mi amigo Miguel Andreu. Después de conseguir aparcamiento, apareció junto a su señora, y entonces tuve el honor de conocer a uno de los amigos más antiguos del blog. Comenzó a chispear justo cuando teníamos una mesa fuera. La tormenta se acercaba. Pronto llovería y tronaría con fuerza, pero nosotros éramos ajenos a todo ello.

El silencio de mi casa me acogió con los brazos abiertos. Miré a la cama y me entraron ganas de acostarme directamente. Había estado a punto de aparcar en mi cuarto, y eso que vivo en un segundo, pues estaba tremendamente cansado. Me cambié rápidamente y me dirigí dando tumbos hasta la cama. Y entonces llegó ese momento que adoro. El momento de echarme en la cama. Situar la espalda lentamente sobre el colchón y dejarme caer hasta que apoyo mi cabeza. Relajación. Tranquilidad. Sueño. Pero antes de que Morfeo me venciera en esa batalla que tenía ya ganada, me perdí entre los retales de los últimos momentos de la noche. O la madrugada. Como el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Su Madre de La Angustia el Lunes Santo por la tarde, nos trasladamos de Vizcaíno a Jeromo, para comer entre cuatro cuernos, sabor taurino y macareno, Pilatos, Sentencia, la Esperanza de San Gil, montera, luces y capotes. Montaito de lomo, que hay que mover el bigote, literalmente, y remojar el gaznate, pero no con agua, que esa noche servidor descansaba pues bastante caía ya del cielo. Se alargaban las horas. Se retira la Luz de Gas. Tenemos que volver a repetirlo. No hay duda. Luces de tormenta para inmortalizar el momento. Luces de flash para iluminar la noche. Jeromo ya ha llegado. Ya ha entrado. Apenas quedan algunos penitentes en la calle tras el palio y cierran las puertas. Todavía queda noche. Igual que el Domingo de Ramos, nunca quieres que se termine. Miramos el pograma, que aquí en Sevilla no es programa, y como el Domingo de Palmas, siempre queda La Amargura o La Estrella. Así pues, hay que aprovechar. Queda noche y no quieres que termine el encuentro, que no quedada. Y entonces la penúltima. Siempre la penúltima. Cerca de Parras, la calle donde nació mi abuela, vecina de Juanita Reina. Y fue allí donde vimos a La Amargura... y a Jesús Despojado, y a La Paz. Varias veces además. Una nueva escisión. Ya es madrugada. Miguel, su señora, Mer y Ainoha se retiran. Besos de despedida. No es un adiós, es un hasta luego, pues todos estamos seguros de que tenemos que volver a repetir. Cuatro personajes quedábamos alrededor de una mesa. Un general francés sin caballo, un juez cabezota pero de gran corazón, una gata de ojos verdes y un aguaó sin cántaro. Alargando la noche. Estirando las horas hasta que ya no se pudo más, pues el camarero instaba con sus preparativos a cerrar. Hora de marchar.


boomp3.com
Casi sin pensar, en mi cabeza suena el fragmento de una canción “se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó, que cada uno es cada cual”, la Fiesta de Serrat, aunque por mis recuerdos recientes, no está solo, le acompaña otro pajarraco de voz quebrada y bombín “vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta”. Sonreía en la oscuridad de mi cuarto. El silencio me envolvía, tan solo quebrado por algunos gorriones madrugadores que comenzaban a surcar mi barrio. Había sido una noche genial. Inolvidable. Acostarse con una sonrisa es muy buena señal. Comenzaba a perder el hilo de mis pensamientos y a sumergirme en el Surrealismo del mundo de los sueños cuando le asesté un último mandoble a Morfeo, manteniéndome sobrio algún tiempo más. Había conocido a unas personas magníficas. No eran blogueros, eran amigos. Se podría decir que son unas personas recomendables de conocer. Me di la vuelta y me acordé de todos aquellos que no habían podido venir. Había conocido a un grupo estupendo, pero esa noche habían faltado muchos. Bostecé y cerré los ojos. Mi fuerza se debilitaba. Volví a sonreír. ¡Qué bien me lo había pasado!. Comencé a perder mi conciencia mientras pensaba en el próximo encuentro, donde espero que aquellos que no han podido venir, estén presentes. La musiquilla sonaba en un rincón de mi cabeza. Aquellos dos pájaros seguían cantando. Y entonces Morfeo me tumbó definitivamente...

miércoles, 21 de mayo de 2008

'Time'

Ticking away the moments that make up a dull day
You fritter and waste the hours in an offhand way
Kicking around on a piece of ground in your home town
Waiting for someone or something to show you the way

Tired of lying in the sunshine
staying home to watch the rain
You are young and life is long and
there is time to kill today
And then one day you find
ten years have got behind you
No one told you when to run,
you missed the starting gun

And you run and you run to catch up with the sun, but its sinking
And racing around to come up behind you again
The sun is the same in a realative way, but you're older
Shorter of breath and one day closer to death

Every year is getting shorter,
never seem to find the time
Plans that either come to naught
or half a page of scribbled lines
Hanging on in quiet desperation
is the English way
The time has gone, the song is over,
thought I'd something more to say...


boomp3.com

Haciendo tic tac con los momentos que componen un día monótono
Desperdicias y consumes las horas de un modo desconsiderado
Dando vueltas en un pedazo de tierra en tu ciudad
Esperando por alguien o algo que te muestre el camino.

Cansado de tumbarte bajo el sol
Quedándote en casa mirando la lluvia
Eres joven y la vida es larga y
Hoy hay tiempo que matar
Y luego te das cuenta un día
De que tienes diez años detrás de ti
Nadie te dijo cuando correr,
llegaste tarde al disparo de salida.

Y tú corres y corres para alcanzar al sol, pero se está poniendo
Y girando velozmente para de nuevo elevarse por detrás de ti
El sol es el mismo de modo relativo, pero tú eres más viejo
Con aliento más corto y un día más cerca de la muerte.

Cada año se hace más corto,
parece que nunca se encontrará tiempo
Planes que fracasan
o media página de líneas garabateadas
Esperando en silenciosa desesperación
es la manera inglesa
El tiempo se fue, la canción terminó,
pensaba que tal vez diría algo más...

jueves, 15 de mayo de 2008

Un derribo para la nostalgia

"fue el templo popular de la noche sevillana"

Lo habían cerrado. Todo estaba preparado para borrarlo de la existencia. Pronto desaparecería. Sencillamente quedaría el eco de voces flamencas. Apenas un esbozo. Una cicatriz en la memoria de la ciudad. En el corazón de Sevilla se preparaba el derribo del gran edificio de Aníbal González. La tristeza embargaba a los ciudadanos. Un halo de nostalgia se respiraba en los alrededores de las calles Martín Villa y Santa María de Gracia. Algunos dicen que escucharon cómo de su interior, desolado y vacío, salían voces retenidas en el tiempo. Unos lo achacaban al Arte que se había sentido en sus entrañas, otros hablaban de que el edificio por sí solo tenía espíritu, y que ahora veía su final y se quejaba. No era baladí el elenco que había pisado su escenario. Figuras como Juana Antúnez, María Malvido, La Jerezana, Fosforito, La Niña de los Peines, El Niño de Medina, Antonio Bilbao, El Niño de la Isla. Otros lo dejaron escrito o pintado, como Carlos Reyles o Joaquín Sorolla.


Gracias a la Fototeca de la Universidad de Sevilla


Pero ahora lo mirabas con resignación. Con impotencia y rabia. Los comentarios se hilvanaban en el aire. Mirabas alrededor y pensabas en lo que iba a cambiar esa plaza. Un ensanche para la modernidad. Un derribo para la melancolía. La ciudad cambiaba, aunque no sabías si evolucionaba. Había gente en la plaza, pero a ti te llamó la atención un hombre. Alguien que estaba por encima de los demás. Detrás de aquella enorme escalera. En aquel edificio. Una persona preparaba una fotografía. Te ajustaste el sombrero y fue entonces cuando te diste cuenta que quizás ese momento no cayera en el olvido.

viernes, 9 de mayo de 2008

Pollock

El siempre controvertido, discutido y problemático Jackson Pollock, aunque también atractivo, original e interesante.


Uno: Número 31 - Jackson Pollock, 1950


¿Qué cuentan sus obras?, ¿qué opinan sobre ellas?, ¿qué os expresan a vuesas mercedes sus trazos? El debate está servido desde hace años y el agua está a vuestra completa disposición. Sírvanse.

martes, 6 de mayo de 2008

Argot

La tarde azotaba de calor, aunque parecía que en menor medida que otras. Arribamos los cinco al centro llamados por las ansias de degustar un helado. Mi amigo Alberto había propuesto endosarnos entre pecho y espalda una considerable tarrina de Rayas. Que aquí en Sevilla no es terrina, es tarrina. Primer aviso. Como el primer golpe que arremete el pertiguero contra el suelo. Servidos los helados nos dispusimos a dar un paseo. Adentrándonos en el corazón de la Plaza del Cristo de Burgos. Como el sentido arácnido de Spiderman alerta de un peligro que está por llegar, mi sentido capillil me advertía de la salida de la Divina Pastora de Triana. Una joya en su forma y estilo que no es baladí, muy a tener en cuenta y digna de ser contemplada. Sin un plan concertado previamente, dispuse mis pasos hacía la Catedral. Miré el plantel que formaba mi comitiva. Mi amigo Alberto sufría la misma fiebre capillita que un servidor, estaría encantado pues, con dicho encuentro, pero el resto, dos amigas más y el Capitán Planeta, no eran muy proclives de la amalgama formada por incienso, cornetas, ciriales, tambores y demás elementos que conforman la salida de un paso en esta nuestra bendita ciudad. Sin embargo, el mando de dirección del paseo, a modo de Cruz de Guía, recaía en mí, por lo que, casi sin poder evitarlo, mis pasos comenzaron a dirigirse hacia la Catedral, mientras mi amigo Alberto me pedía ese destino en voz baja, sin saber que ese camino era ya el elegido.

Y fue quizás ese paseo el que dio lugar a un par de preguntas, a un par de cuestiones, que me llevaron a crear esta entrada. Giramos en Dormitorio para evitar el azote del calor. Una ruta por el antiguo Cardo Romano, con su refrescante estrechez, nos llevaría al corazón de la Judería, la que reside en Santa María La Blanca y el gran maestro Garmendia definía como 'la original'. Al llegar al final de Dormitorio, mi amigo Alberto dejó caer un detalle: “pa’ que veas, ni almóndiga, ni albóndiga, ni arbóndiga, en realidá es Alhondiga”. Segundo aviso. Se preparan los ciriales. La deformación del lenguaje era patente. Aunque este no era un detalle claro. Sí era una confusión léxica. Seguimos el camino. Cabeza del Rey Don Pedro. Parada para recordar viejas historias. Vivas leyendas. Corral del Rey. Abades y giro. Parada frente a tres grandes columnas monolíticas. Suena algo. Cornetas y tambores. Mi amigo Alberto me mira. ¿Has escuchado?. Mi respuesta es una sonrisa. Aire. Luis Cernuda. Fabiola. Mateos Gago. Las campanas de la Giralda. Un repiqueteo familiar. Un sonido inconfundible. Llegamos a la plaza en el momento preciso. Una bella pastorcilla se protege del sol con un sombrero. Va rodeada de flores. Huele a incienso. Marchas para Sevilla. Contoneo trianero. Gloria para los sevillanos. Una dulce sonrisa que alegra una mirada morena, que algunos han relacionado con el llanto de la calle Pureza. Suspiro. Pequeña dosis para el síndrome de abstinencia capillil. Vellos de punta y emoción. Mi amigo Alberto y yo íbamos a dormir bien esa noche.


Fotografía gracias a Iván


Emprendimos la vuelta al coche. Buen sabor de boca después de haber visto a la Pastora de Triana. Mi amigo Alberto pega el toque: “Quillo, dentro de ná una servesita”. Y casi sin saberlo el tercer aviso iba a ser mío: “con chochitos”. Argot sevillano, que los chochitos para un sevillano son altamuces, ni siquiera altramuces. Tercer aviso y ciriales arriba. Y llegamos al coche. Como no podía ser de otra manera, marchas para el camino. La Divina Pastora de Triana había avivado el instinto insomne de nuestro capillismo. Un sentimiento que nunca duerme. Que nunca hiberna. "María Santísima del Rocío" sonaba dentro del coche. Casi podíamos ver las Tres Caídas del Señor en Campana. Ese paso atrás. Luego todo un repaso. "Campanilleros", "Saeta" y "Consuelo Gitano". Para acabar La Centuria. Mi amigo Alberto, que acompaña a la Madre de San Gil en la Madrugá, quería concluir con sones macarenos. Marchas de paso ordinario teñían el aire de tarde de Jueves Santo: "Centuria Romana", "Pilatos", "Basílica de la Macarena"... “cómo suena esto a preludio de Madrugá hijo, parece que van a aparesé los armaos por una esquina”. Y casi sin quererlo, el cuarto aviso. Bajan los ciriales. Ya tenía la entrada. Ya sabía lo que iba a publicar. Y no era un texto. Era más una cuestión. Toda una pregunta formulada a lo largo de una agradable tarde donde pude disfrutar de la Divina Pastora de Triana, de marchas de Semana Santa y de Sevilla.


Que aquí, en esta bendita ciudad, no hay soldados romanos. Cuando leen la Sentencia, suena La Centuria, pero no son romanos, son armaos. Cuando San Benito sale de Francos, no sube por Villegas, sube por la Cuesta del Rosario. Si te tomas una cerveza en un bar te ponen chochitos, o en su defecto altamuces, pero no suelen poner altramuces. De San Gregorio sale La Canina, aunque sea El Triunfo de la Cruz. Al igual que en la espalda del Divino Salvador sigue estando la Plaza del Pan, en San Lorenzo sale la Gofetá o Bofetá, por mucho que tenga un Dulce Nombre, y mi abuela no dice filetes, dice bisté.


Queridos amigos, estos son solo algunos ejemplos de nuestro rico vocabulario: armao para soldado romano, chochos para altramuces, Plaza del Pan para la Plaza de Jesús de la Pasión, el bisté para los filetes o la bellísima Cuesta del Rosario en lugar de Villegas, ¿conocéis algunos más?, ¿se siguen llamando a los filetes bisté?, ¿vísteis la sonrisa de la Divina Pastora de Triana?, ¿La Centuria está compuesta por armaos o soldados romanos?, ¿qué otros lugares se conocen por su antiguo nombre o están re-bautizados?...y el calor comienza a caer a plomo. Si en abril aguas mil, hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, pero este último, en Sevilla, es cascarón de huevo y no vale. Así pues, echaos un trago, que el agua está fresquita.

domingo, 4 de mayo de 2008

A todas las madres...


Madre y niño
- Pierre Auguste Renoir, 1892

...Felicidades

sábado, 3 de mayo de 2008

Los Fusilamientos del 3 de Mayo


"en medio de charcos de sangre vimos una porción de cadáveres, unos boca abajo, otros boca arriba, éste en la postura del que estando arrodillado, besa la tierra, aquél con las manos levantadas al cielo, pidiendo venganza o misericordia..." palabras de Trucha, servidor de don Francisco de Goya y Lucientes


¿Qué sienten vuesas mercedes al contemplar la escena?

viernes, 2 de mayo de 2008

La Carga de los Mamelucos

En la carta de don Francisco de Goya y Lucientes a la Regencia se manifiesta “sus ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”. 24 de febrero de 1814.

Respuesta de la Regencia: “teniendo en consideración la grande importancia de tan loable empresa y la notoria capacidad de dicho profesor para desempeñarla se le satisface el importe de lienzos, aparejos y colores”
. 9 de marzo de 1814.

Goya se pone manos a la obra y comienza la ardua tarea de representar lo acontecido los días 2 y 3 de mayo de 1808. Las obras que saldrían de este trabajo constituirían un referente en la Historia del Arte y un punto de inflexión en la propia Historia de España.


"El 2 de mayo de 1808 en Madrid" o "La carga de los mamelucos", es una magnífica obra donde el pintor demuestra su genialidad, convirtiéndose en referente para obras siguientes y dando muestras del Arte Contemporáneo que está por llegar. Con un estilo rápido y suelto, y una paleta de tonos amarillentos, y predominio de marrones y rojos, despliega una pincelada dinámica y fogosa. Mucho Historiadores del Arte han visto en este cuadro y su pareja un avance más que considerable en la trayectoria del pintor y de la Pintura en general. Algunos incluso han señalado que “las audacias cromáticas son tan grandes que el cuello verde de un caballo no ha sido superado en osadía por los caballos de Franz March”, como José Luis Morales y Marín. Sin lugar a dudas, se trata de una joya histórico-artística que simboliza la maestría y la relevancia de un pintor como Goya.

Sin embargo, ambas obras encierran algo más que la, ya de por sí, extraordinaria calidad técnica y magnífica composición, pues son dos narraciones cargadas de simbolismo y significado. El 2 de mayo de 1808, grupos exaltados del pueblo de Madrid se levantaron contra las tropas napoleónicas que ocupaban las principales ciudades españolas. Comenzaba la Guerra de la Independencia y a don Francisco, un hombre sensible y ya afectado por la sordera, le impactaría profundamente, grabando en su cabeza imágenes despiadadas que luego supo plasmar en sus cuadros y grabados. El levantamiento se desencadenó contra los destacamentos turcos de las milicias francesas, pero la representación de soldados musulmanes en una pintura de Historia apelaba al recuerdo nacionalista de la lucha contra los moros, los viejos enemigos señalados por los españoles desde los tiempos de la Reconquista. Es curioso que, siendo un cuadro correspondiente al género más prestigioso de aquella época, el de Historia, Goya no destacase a los héroes y personajes más conocidos. Este detalle demuestra que a don Francisco le interesaba otro tipo de pintura. Otros detalles ocultos. Al gran pintor le interesaba destacar el gran carácter unitario de los españoles contra sus enemigos. Hombres y mujeres unidos y decididos a acabar con el enemigo, aún sabiendo que sus vidas corren peligro, totalmente desorganizados y empuñando armas de todo tipo, que contrastaba fuertemente con la organización del ejército francés.

La caballería avanza y se abre paso entre la gente, mientras intentan derribar a los sublevados. Todo se produce rápidamente. No hay piedad en los mamelucos, que empuñan sus espadas y descargan sus feroces golpes contra las víctimas. Pero el pueblo de Madrid no se viene abajo y responde ferozmente al ataque. Un ataque dinámico. Rápido. Una racha de violencia que cruza el cuadro de izquierda a derecha. La mejor composición que crea Goya en esta obra es precisamente la ausencia de ella. El caos despertado. La locura suelta y mezclada con la muerte, el odio y el horror. Todo gira y todo pasa. Todo se mueve, excepto los cadáveres y los edificios que se perfilan al fondo.

Y entonces el tiempo se detiene. La carga se paraliza. Goya consigue captar un momento. Un instante preciso de esa ráfaga de violencia que cruza ante sus ojos. Y las imágenes impactantes se suceden dentro del cuadro. A la izquierda, un mameluco recibe una herida de un hombre que salta para matarle. Bajo las patas de los caballos yacen los cadáveres de ambos bandos. No hay un claro perdedor o un claro vencedor, para Goya hay muertos. Hay cadáveres franceses y españoles. En el centro, el genial pintor representa la violencia desatada por la locura. La pérdida del juicio, una de las despiadadas características de la Guerra. Un español apuñala irracionalmente a un mameluco caído. Aunque ya esté muerto, sigue acuchillándole mientras su mirada destila ira y locura. Una enajenada locura que no puede controlar. La locura que otorga la Guerra. La irracionalidad y brutalidad en la que se convierte el ser humano. Justo arriba, otro mameluco abre los ojos en el fragor de la batalla y deja entrever la violencia de su gesto, empuñando un cuchillo que levanta y que descargará en la próxima acción. Los caballos resoplan mientras sus miradas desprenden terror y pavor. El horror se extiende en toda la escena, aunque matizado y, tal vez velado, por la violencia y la ausencia de razón del momento.

Don Francisco de Goya y Lucientes demostró con esta obra lo que pretendía. Sacar a la luz las consecuencias de una sangrienta Guerra. ¿El resultado? A la vista está.

Y en dicho levantamiento fallecieron

LUIS DAOIZ TORRES
(Sevilla, 10 de febrero de 1767 – Madrid, 2 de mayo de 1808)
y
PEDRO VELARDE SANTILLÁN
(Muriedas, Cantabria, 19 de octubre de 1779 – Madrid, 2 de mayo de 1808)


Fragmento de "Muerte de Daoiz y Velarde en el parque de artillería de Monteleón" - Leonardo Alenza